viernes, 3 de junio de 2011

ACONTRACORRIENTE


Manuel del Ángel Rocha


COXQUIHUI PARA REVERIANO Y HÉCTOR YUNES
 

Reveriano Pérez Vega líder de la banda de “pelones” volvió a ganar el municipio de Coxquihui. Retuvo el poder que detenta de mucho tiempo atrás. Desde antes que fuera alcalde en el trienio pasado, este neo-cacique con un aura sombría, que hasta los propios habitantes del municipio serrano le temen.

En esta ocasión su candidato fue José Vázquez Marin, que apenas gano por 18 votos al contrincante panista Francisco García Jiménez.

El PRI de Héctor Yunes jugo como siempre. Nada novedoso, los “apoyos” que envió desde el centro, le dieron apenas para ganar por una nariz. Las prácticas patrimonialistas y clientelares de siempre, con los operativos de los taxistas para “trasladar” a los votantes y el apoyo a la maniobra logística en general, a pesar de algunos disidentes que con antelación se le revelaron al dirigente de los “pelones”.

Lo extraordinario del caso fue el festejo propagandístico con el que el comité estatal hizo resonar el triunfo. No se si Héctor Yunes opero directamente la estrategia, o esta recayó en otro militante, pero creo que de momento la victoria le supo a gloria, salvo que el equipo perdedor panista tenga evidencias de las rapacerías de los “pelones”, e impugnen el resultado nuevamente, como ocurrió el 4 de julio del año pasado, en el que de manera burda, este grupo se robo dos urnas al enterarse que el PRI habían perdido la elección para alcalde.

El escenario previo a la elección del domingo 29 de mayo estuvo también como siempre, cargado de agresión en contra de la militancia panista. Varias denuncias dan cuenta de ello, como la del ex alcalde León Humberto Pérez Candanedo, quien en febrero de este año acuso de agresión a Pérez Vega y su grupo, sin que el ministerio publico actuara en su contra. Se realizaron varios operativos policiales en donde mas de una vez Reveriano Pérez se hizo el aparecido al lado de las corporaciones estatales, como también el hostigamiento a los líderes, y mujeres diligentes de la comunidad, que mas que panistas, son ciudadanos hastiados de la violencia y exacerbación del poder que ha ejercido por años el “pollero” Reveriano.

Aquí debió detenerse un poco el dirigente tricolor. En revisar el perfil de sus candidatos y su colusión, o pertenencia a actores que de suyo pesa la antipatía social, al haber lucrado con las necesidades de sus inmediatos, como en el caso de Reveriano, que representa un “adefesio del mal”, como bien le diría nuestra vecina altulucerina, Paquita la del Barrio. La vida de este sujeto la ha dedicado de siempre a enriquecerse a costillas de los vecinos pobres de Coxquihui y la región, además de jactarse de tener dinero para fundarse su propio partido político, por el que estará trabajando hoy.

Da pena que Héctor Yunes con la gran capacidad y sensibilidad política que tiene, le haya hecho el “caldo gordo” al neo-cacique en Coxquihui. La oportunidad era inmejorable para proyectar otro tipo de PRI, y legitimarse ante la opinión pública, sembrando nuevos cuadros. Es un absurdo imponer candidatos antipopulares ligados a lo más rancio de los caciques regionales, reproductores de lo más viciado de las viejas prácticas políticas.

O salvo que Yunes Landa no haya operado la elección de Coxquihui, pero su ansiedad por demostrarse ganador, lo evidencian.

Héctor Yunes Landa se subió al ring como parte de la preparación de esta contienda electoral, pero se metió al ring solo, a tirar guantes con el enemigo fantasma, y (joder amigo lector), el enemigo fantasma casi le gana la pelea, (a pesar de la cantidad de “apoyos” enviados desde el centro), y aun faltando las pruebas que presenten los panistas, en el caso de impugnar su derrota.

No vi al dirigente estatal Enrique Cambranis Torres, defender o arremeter la causa panista como lo hizo el dirigente del PRI. He de reconocer que Yunes se fajo como los buenos boxeadores, por lo menos con declaraciones ante los medios de comunicación, para posicionar mediáticamente a sus candidatos en las extraordinarias. O en su defecto, atacando al PAN para neutralizarlo, recurriendo a argumentos que cualquier panista utilizaría en su contra. Compra de votos, utilización de los programas de los pobres, (piso fiel, oportunidades, tercera edad, etc, etc.), que dicho sea de paso el PAN lo sabe hacer y muy bien. Como el destape de la precandidatura de Ernesto Cordero secretario de Hacienda panista, a través de la firma de un desplegado con firmas de mas de 130 militantes afines al presidente Calderón. Al puro y viejo estilo priísta.

Regresando al dirigente estatal del PRI, (y conociéndolo, aunque de lejos), no ha variado la conducta de un priísta de antaño, repetidor del eco del ejecutivo, que incluso acepta la reelección de 4 años de los alcaldes una vez en funciones, o esta en desacuerdo con la revocación de mandato, cuando en el escenario político estatal y por ende el nacional, esta urgido de figuras públicas que estimulen una participación social y política mas amplia. Pero no ha ido más allá de lo que puede y debe proponer para hacer más ligero y dinámico a su partido.

Hoy que el PRI esta recibiendo aportaciones económicas de sus militantes y simpatizantes (Gerardo Buganza y Erik Porres Blesa), bien harían en el comité estatal en recibir propuestas para cambiar las practicas políticas de siempre, que de no ser por las enormes cantidades de dineros que se le invierten, hoy no se detentaría el poder que ostenta, pero “los apoyos” se termina y las ideas, la imaginación y la experiencia, no. Entonces no estaría por demás lanzar una campaña para obtener y competir con una prenda que luzca los nuevos diseños de los movimientos que surcan los nuevos aires de la política. La vanguardia esta ahí, donde las minorías estridentes marcan la agenda del mundo por devenir, o las mayorías silenciosas acabaran por no legitimar más, lo que cada proceso electoral nos arroja a la cara: mas manipulación, compra de credenciales para votar, despensas, laminas, bla, bla, bla. El domingo volvió a ganar el viejo PRI, y no veo la razón para festinar.

¿Don Héctor, y la democracia participativa, para cuando?