viernes, 13 de mayo de 2011

Diario de un político


Soy gay, ¿y qué?
Luis Velázquez



Soy político, soy gay, ¿y qué? Primero, estoy en el poder. Segundo, tengo poder económico. Tercero, hay un ejército de burócratas a mi servicio. Cuarto, a nadie hago daño con mi diversidad sexual. Cinco, de cada diez hombres reunidos, dos, mínimo, dice un sicólogo, son homosexuales. Sexto, cada vez somos más, pues bastaría con escribir el concepto en Google y aparecen 4 millones 360 mil sitios. 

 Admiro a Rick Martin y Miguel Bosé. Ya salieron del closet. Yo, todavía me demoraré un ratito. Debo, necesito, guardar las apariencias. Pero eso sí, lo reconozco, con tres copitas, pierdo el control y no respondo. Y de plano, mejor viajo a Cabo San Lucias, Acapulco, Cancún, según se pueda, y allá me destrampo.
Miro a mi alrededor: varios de mi género (hombres y mujeres) hemos llegado, como dice ‘el tío’, ‘’a la plenitud del pinche poder’’. Estamos en varios frentes, diferentes niveles de gobierno. ‘’La cofradía de la mano caída’’ de aquel sexenio federal que el escritor Carlos Loret de Mola, ex gobernador de Yucatán, escribía cuando de pronto, en forma misteriosa, perdió la vida en un accidente automovilístico, se queda ‘chiquita’ a los tiempos que vivo yo.
En otros sexenios, los machos predominaban en el frente de la batalla política. Ahora, y en nombre de la liberación humana, hemos arribado al poder. Y gobernamos, claro, con las neuronas, pero al mismo tiempo, con el corazón, el hígado y el sexo.
Mi héroe de la historia es el emperador Adriano. Adriano (libro de Margarita Yourcenar, traducido por el cronopio Julio Cortázar) se enamoró de su efebo, Antínoo, un jovencito de 18 años.
Y en su locura de amor y deseo, primero, envió a su esposa al otro confín del reino para vivir su lujuria y deseo en paz, sin interrupciones. Luego, construyó una ciudad a la que bautizó con el nombre de Antínoo. Las calles se llamaban Antínoo I, II, III, IV, etcétera. Imprimió una moneda con la efigie de Antínoo. Levantó estatuas en los parques y jardines con la figura de Antínoo. Sócrates y Séneca discutían en la plaza pública y luego se iban a los baños colectivos, en compañía, cada uno, de su efebo, su noviecito exclusivo, y parece, si mal no recuerdo, que hasta lo intercambiaban. ¡Ay, Alejandro Magno! De día era el gran estratega bélico. En la noche, caía seducido por su galán.
Mi novio me trae tan jodido que lo nombré en un cargo a mi lado. A veces, a media mañana, tengo hambre de él, lo llamo por la red y nos encerramos un ratito en mi oficina, siguiendo el ejemplo universal de Bill Clinton con la Mónica Lewinsky. Otras veces, invento giras al DF y me lo llevó. Allá, con cargo al erario, lo llevo al teatro, luego a cenar, después a un show, y la madrugada nos sorprende juntos en la alcoba, haciendo travesuras. Jiji.
Vivo para mi Antínoo. ¡Mi locura otoñal! ¡Mi reposo! Y es que antes, tuve a otro. Me ilusioné con él. Fue el motivo para amanecer feliz cada mañana. Pero un día quiso vivir una aventura con una chica y se quedó con ella y hasta casó. Y, bueno, ni modo, así es la vida.
Pero yo soy como el personaje de Reinaldo Arenas, el escritor cubano que se suicidara el 7 de diciembre de 1990, y quien en su autobiografía, ‘’Antes que anochezca’’, cuenta ‘’ que el más terrible desencanto de un gay es que el padrote también quiera hombre.
¡Por fortuna, estoy (y soy) feliz! ¡Gobierno, ejerzo el poder, el dinero me sobra y adoro a mi chamaquito, bien de mi vida, leche y miel (como dicen en Líbano) en mi sexta década!



Un mundo vigila…

Soy un político de oposición, y como es natural, tengo amigos disidentes. Por naturaleza, somos críticos a la elite gobernante de Veracruz. Y la ficha publicada hoy miércoles de un reportero asusta, alarma, envía mensajes, señales claras, concretas, específicas.

Así lo entiendo: por ningún motivo (y ojalá estuviera equivocado) se permitirá, digamos, cuestionar a la clase política en el poder. De algún modo, vislumbro, se repite el discurso porfirista. Uno, maicear a los inconformes. Dos, garrote. Tres, exilio. Cuatro, el sepulcro.

La ficha del reportero aquel publicada en un periódico de la capital lo dice todo: un mundo vigila a la oposición en Veracruz. En todo caso, sigue la pista a los, digamos, insaciables, mercenarios, chantajistas. Pero aún así, se trata de una rudeza innecesaria. Y/o en todo caso, hay otros caminos para lograr el mismo objetivo. Por ejemplo, la intimidación. Por ejemplo, la lupa fiscal, una citita de la secretaría de Hacienda y/o de Finanzas.

El pleitito en el bar de Carlos Slim era, la mera verdad, de trámite policiaco. Pero de ahí a que, mínimo, cuatro periódicos lo hayan publicitado en portada con fotito, significa, con permiso de Noam Chomsky, un discurso. O como dice el adagio ranchero, ‘’donde manda capitán… no gobierna marinero’’.

¡Estoy helado! ¡La ficha apantalla! Me pregunto cuántas fichas más estarán integradas en los archivos de las oficinas policiacas y de espionaje del gobierno. Listas para utilizarse en el momento oportuno y necesario.
De entrada, en la misma semana hubo cuatro reporteros enviados a la cárcel. Algún teórico de la política lo digo años atrás. ‘’Mil veces preferible el exceso en la prensa a la represión’’. Pero al mismo tiempo, y sin defender a nadie ni menos tomar partido, hay diálogo. Y si la negociación fracasa, la cooptación. Y si la cooptación falla, una auditoría fiscal. Y allí, todo mundo se dobla.

Claro, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría prefirieron el tolete, la macana y el garrote. Díaz Ordaz, por ejemplo, ordenó incendiar oficinas y talleres del semanario ¿Por qué?, del periodista Mario Menéndez Rodríguez y luego lo exilió en Cuba, trepado al avión por Fernando Gutiérrez Barrios. Echeverría orquestó un golpe de estado a Julio Scherer, en Excélsior.

Uno cree, como político opositor, que eran otros tiempos. Pero todo indica que la historia se repite. El mensaje, parece, no quedará en los medios. Habrá de prolongarse en otros espacios y grupos. Durante seis años, con Patricio Chirinos Calero y Miguel Angel Yunes Linares, vivimos la ley del garrote. Miguel Alemán se encerró en su torre de marfil. Fidel Herrera negoció y cooptó a más de la mitad del mundo.

La política, dice Sun Tzu en ‘’El arte de la guerra’’ (por cierto el libro de cabecera del mártir priista, Luis Donaldo Colosio) es el arte de negociar, como si amigos y enemigos estuvieran en un campo de batalla, con los ejércitos atrás, listos para atacar. ¡Negocien, señores!, y/o en todo caso, apliquen la ley. Por encima de cualquier político está la Constitución General de la República. No se olvide.

Además, recuerden la elección de 2010. PRI, un millón 383 mil votos. PAN, un millón 300 mil. PRD-Convergencia, 382 mil. Abstencionismo, dos millones y medio.

Pero si no se puede, ni modo, como político opositor anuncio (sin mesianismo) el regreso simbólico de los fantasmas Agustín Acosta Lagunes y Patricio Chirinos Calero a Veracruz. ¡Daría la vida por equivocarme!