CLAROSCUROS
José Luis Ortega Vidal
Llegaremos, pues, al primer viernes de marzo.
En la cultura popular del Sur de Veracruz ese día tiene un significado particular.
Hay gente que recoge hierbas del campo y con ellas forma una poción a la que se le atribuyen valores curativos.
Quienes profesan esta creencia cortan ciertas hierbas, entre ellas el albahacar y las sumergen en alcohol.
Durante meses, en ocasiones todo el año, dicha poción estará colocada allí, en algún rincón de la casa y se usará -llegado el momento- para llevar a cabo la atención a un mal propio o de alguien cercano.
Se podrá usar, por ejemplo: en ceremonias del mal de ojo, o en atención a empachos, a dolores de cabeza y habrá quienes la usen para contrarrestar los efectos de alguna brujería que –se piensa- fue lanzada por algún enemigo que desea los bienes materiales o físicos de la víctima; o simplemente le quiere hacer un daño.
El tema de la brujería, santería o adoración de entes que se piensan y ubican más allá de las creencias cristianas, es muy profundo.
Se liga, desde luego, a prácticas culturales, de fé, idiosincráticas, formaciones educativas y también a la medicina tradicional de origen milenario, prehispánico y vigente en el pueblo mexicano tanto indígena como mestizo.
José Luis Ortega Vidal
Llegaremos, pues, al primer viernes de marzo.
En la cultura popular del Sur de Veracruz ese día tiene un significado particular.
Hay gente que recoge hierbas del campo y con ellas forma una poción a la que se le atribuyen valores curativos.
Quienes profesan esta creencia cortan ciertas hierbas, entre ellas el albahacar y las sumergen en alcohol.
Durante meses, en ocasiones todo el año, dicha poción estará colocada allí, en algún rincón de la casa y se usará -llegado el momento- para llevar a cabo la atención a un mal propio o de alguien cercano.
Se podrá usar, por ejemplo: en ceremonias del mal de ojo, o en atención a empachos, a dolores de cabeza y habrá quienes la usen para contrarrestar los efectos de alguna brujería que –se piensa- fue lanzada por algún enemigo que desea los bienes materiales o físicos de la víctima; o simplemente le quiere hacer un daño.
El tema de la brujería, santería o adoración de entes que se piensan y ubican más allá de las creencias cristianas, es muy profundo.
Se liga, desde luego, a prácticas culturales, de fé, idiosincráticas, formaciones educativas y también a la medicina tradicional de origen milenario, prehispánico y vigente en el pueblo mexicano tanto indígena como mestizo.
Con relación a todo este panorama, el pueblo de Catemaco -en la región de Los Tuxtlas- ocupa un lugar especial por su raíz histórica, ligada a la práctica médica tradicional desde mucho antes de que los europeos llegaran a estas tierras.
Al mismo tiempo, Catemaco es un pueblo que se ha promovido a sí mismo como un espacio ligado al concepto de la brujería.
Es decir, si Los Tuxtlas y en particular Catemaco contaban con una imagen de pueblos con creencias esotéricas, durante las últimas décadas contribuyeron a convertirse en un destino turístico para los prácticamente de esta clase de ritos en todo el mundo.
Cada año, el primer viernes de marzo Catemaco se convierte en la sede del Congreso de Brujos y por la noche celebran una suerte de aquelarre, donde los numerosos brujos locales, regionales y muchos invitados, llevan a cabo una “misa negra” que para mucho es un contacto con “el más allá”.
Allí, se congregan practicantes de la brujería negra y de la brujería blanca.
Es decir, aquellos que en sus ceremonias para “curar” toda clase de enfermedades invocan los poderes de Dios en el cielo y los que “negocian” con Satanás, en el infierno.
Esta ceremonia que se remite a más de dos décadas, tuvo su sede en el Cerro del Mono Blanco y entiendo que ahora se realiza en la famosa y hermosa Laguna de Catemaco.
Alguna vez, un antropólogo de la región tuxtleca me dio una versión sobre este evento:
“Lo ideamos entre antropólogos, brujos y vecinos de la región, como una manera de atraer al turismo”, me dijo.
A gente que practica la brujería con absoluta convicción y que cree, con fé, que es posible tener contactos con Dios y con el Diablo y que se pueden curar muchos males a través de “ceremonias” que ellos “controlan”, le añadimos la parte teatral y quedó armado un teatro, me contó.
Las prácticas populares en torno a la recolección de hierbas curativas el primer viernes de marzo, son muy antiguas.
Se trata de una fecha y una labor que va mucho más allá de Catemaco y sus brujitos.
Así que hacer el evento en los albores de marzo fue otro ingrediente de aquella idea, me explicó el amigo antropólogo.
El resultado, hoy, es un éxito total.
El primer viernes de marzo Catemaco se convierte en una especie de capital de la brujería y llega gente de varias partes del país y del extranjero; lo que a la ciudad y la región le genera una derrama económica notable en hoteles, restaurantes, servicios de transporte, etc…
Las bellezas naturales de Los Tuxtlas son únicas.
Así que visitar esa zona cualquier día del año es un verdadero regalo para todos los sentidos.
Si usted, por la razón que sea, decide ir a Catemaco el primer viernes de marzo, le aseguro que, en plan turístico, no se arrepentirá.
Disfrutará la prodigiosa belleza natural; la pasará bien en una zona con infraestructura turística de primer nivel y de paso será testigo de los actos, hechos, ceremonias, rituales, escenarios, dichos y demás…de la gente que cree en la brujería y sus diversas versiones.
Si va, no dude en contarnos cómo le fue y qué vio por allá.