Luis Velázquez Rivera
Empecé el sexenio con aplausos y halagos. Los medios me distinguieron con los titulares de ocho columnas. La elite política me declaró héroe de la patria. Por vez primera en mi vida tuve poder político, poder económico, poder legislativo, poder judicial, poder policiaco, poder mediático y hasta poder eclesiástico a mis órdenes. Y por añadidura, las mujeres llegaron solitas a mi tálamo. Incluso, pudiera decirlo, ‘’la política me volvió atractivo y seductor para las mujeres’’. Convertí mi pasado indigente en capítulo de la historia. Y si de niño Plutarco Elías Calles trabajó hasta en una cantina, en mi niñez anduve sin zapatos hasta los diez años y de casa en casa vendía longaniza y cocadas.
De pueblo en pueblo fui ayudante de un boxeador y me soñé beisbolista como Beto Ávila, el de los Indios de Cleveland. Corté caña para el ingenio de mi comarca y con los ahorritos pude comprar mis primeros zapatos negros, marca Canadá, uno de los cuales perdí en una inundación del río en que todos corrimos para treparnos a los árboles y salvarnos de la caudalosa corriente. Apenas llegué al poder, mi historia triste se transfiguró en la historia del niño pródigo, convirtiéndome en el primer gobernador plebeyo que llegó a palacio. Antes, claro, tuve otros cargos, pero nunca estuve ‘’en la plenitud del pinche poder’’, como entonces.
Dueño del día y de la noche, dueño de las vidas ajenas y su destino, dueño de la prosperidad de los pueblos, durante seis años reiné en mi feudo y me sentí dios. Incluso, ahora recuerdo la frase aquella de José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente de España, cuando un periodista le preguntó a que le temía. ‘’Al poder’’, dijo. ¿Y por qué?, inquirió el periodista. ‘’Porque el poder, dijo, transforma a los hombres y los marea y los pierde’’. Yo, en cambio, ejercí el poder, porque, primero, mucho me costó ganar en las urnas, millones de pesos, vaya, y segundo, si una vez en la vida se cumplen 15 años, una vez también seré gobernador. ¡Pinche Madero con su ‘’no reelección’’! Por desgracia, lo confieso, me excedí. Uno, en mi imperio (y mi emporio) nombré hasta al policía y al agente de tránsito de la esquina. Dos, nada ni nadie se movió en el sexenio a menos que yo lo autorizara. Tres, ordeñé la vaca, es decir, el presupuesto, hasta donde quise.
Pero eso sí, dejé de ser gobernador y dejé de ser pobre. Unos, perspicaces, calculan mi fortuna en 1,500 millones de pesos. Y si el sexenio inició con aplausos terminé en el abucheo y el pitorreo. Ahora, leo titulares y quienes antes me coreaban hoy me satanizan. Hablan de mi sexenio de corrupción. Mi nombre se ha prohibido en la línea ágata. Sin embargo, mil veces preferible que hablen mal de mí a que me olviden. De mi antecesor, por ejemplo, nadie se acuerda. Ni tampoco del anterior. Cierto, la clase política me maldice (y también la prensa asalariada, como le llamaba Ricardo Flores Magón), pero la gente, el santo tribunal del pueblo, me acepta, reconoce y agradece toda la ayuda que les entregué en tiempo y forma. Y es natural, muerto el rey viva el rey. Ahora, otro paga a los medios y el 99 por ciento de los medios, ya se sabe, viven del embute oficial. Por eso ladran los perros. ¡Que ladren! Yo ando en otro proyecto, en el altiplano, y si resucito, como espero, me habré de vengar…
El jefe, entre dos amores
‘’El cisne’’ así lo ha querido, y ni modo, entre ‘’El cisne’’ y yo existe una pelea abierta: ambos competimos por la preferencia del jefe. Estamos trepados en el ring y el premio mayor se llama senaduría 2012. Yo, sin embargo, lo tengo claro: la curul federal no es el camino para llegar a la silla principal de palacio. ‘’El cisne’’ va por un camino. Yo, voy por otro. Pero combato.
El jefe, entre dos amores
‘’El cisne’’ así lo ha querido, y ni modo, entre ‘’El cisne’’ y yo existe una pelea abierta: ambos competimos por la preferencia del jefe. Estamos trepados en el ring y el premio mayor se llama senaduría 2012. Yo, sin embargo, lo tengo claro: la curul federal no es el camino para llegar a la silla principal de palacio. ‘’El cisne’’ va por un camino. Yo, voy por otro. Pero combato.
‘’El cisne’’ ha contratado a Larissa Riquelme (las mejores bubis y pompis del Mundial) y a la revista Play-boy para promover su pueblo. Yo, en cambio, tengo listo el Festival de la Salsa. El, cree ganar méritos con las curvas de la modelo. Yo, alimentaré el alma de mis paisanos, con música salsa, gratuita, durante varios días.
Ignoro, por ahora, el precio que ‘’El cisne’’ pagará por Larissa y por las páginas de Play-boy, la revista de Hugo Hefner. Significará, entiendo, una carga, y pesada, al erario. Pero mi rival así ha actuado siempre. Además, sin escrúpulos, dispuesto a conseguir lo que sea, sin importar los medios. Tan es así que todos los días se publicita en la prensa. Y eso, como todos saben, cuesta un dineral. Ninguna línea ágata es de gratis.
Yo, en cambio, manejo cuentas claras. El Festival de la Salsa, por ejemplo, tiene la bendición del jefe máximo. Incluidos todos los apoyos.
Más aún. ‘’El cisne’’ ha disparado misiles en mi contra desde los columnistas asalariados y la prensa subvencionada. Es su estilo desde que conocimos en el Distrito Federal, trabajando ambos para ‘’el tío’’.
¡Pobrecito! Ya va en el tercer matrimonio y eso manifiesta que el señor es incapaz de manejar el gobierno conyugal. Por eso, creo, apuesto, supongo, será incapaz de lograr un buen Ayuntamiento en su comarca. Pronto, antes de que el gallo cante tres veces… resbalará. Y perderá, en consecuencia, la apuesta.
Yo, confieso, ninguna prisa tengo. Miro a otros y están desesperados. La vida me ha enseñado a saber esperar. Mi única chamba es apostar a mi presente y hacer bien de las cosas, lo mejor posible, donde estoy. Segundo, una lealtad a prueba de bomba al jefe. Tercero, construir un Veracruz tranquilo, sin problemas. Cuarto, hacer mucho ruido que retumbe en Xalapa. Y cinco, mirar cerca… porque miro lejos, y por tanto, ser discreto.
‘’El cisne’’, claro, fue el primer jefe del jefe máximo y siente que por ahí lleva gane. Yo, en tanto, soy amigo y compadre. El primer acto de gobierno del jefe fue en su pueblo, banderazo de salida a una carretera. Pero el segundo acto del jefe fueron las 15 unidades recolectoras de la basura. En cambio, el tercer acto fueron las 50 patrullas para aquel, y el cuarto, no obstante, el banderazo para remodelar el bulevar.
Vamos, pues, una y una. ¿Quién jala más, Larissa Riquelme, o las diez bandas de salsa que traeré a mi pueblo en unos días? Si bien el dicho ranchero asegura que ‘’jalan más unas tetas que una yunta de bueyes’’, al jefe máximo le encanta la salsa. Y por si fuera poco, como ‘’el tío’’ fue un lujuriento, ahora vivimos la fidelidad conyugal. Somos, incluso, modelo para una campaña del DIF sobre la familia.