domingo, 6 de marzo de 2011

CORONA, LUCES Y ADOLESCENTES VIEJOS EN VIERNES DE CARNAVAL

EDUARDO MATEOS
VERACRUZ, VER


Unas luces salen disparadas desde algún punto de la explanada del Auditorio Benito Juárez. Son paralelamente amarillosas, y hacen juego con la noche, oscura, denotando gala, la misma con la que, el mismo edificio se vestirá para coronar a la Reina del Carnaval, Aída Cuenca.

Las filas parecen un remolino de cabezas humanas en movimiento, desde las siete de la noche, algunas personas ya estaban formadas en algunos accesos. Un grupo de muchachas, llevaban pancartas en apoyo a la reina, eran sus amigas.

Esta vez, Ov7 se reencontrará con un público noventero, que alguna vez bailaron “shabadabada” en algún antro, estaban de moda, fueron alguna vez la sensación para la adolescencia y sus vicios melómanos.

La industria cultural los hizo regresar, así como alguna vez, les cambió el nombre de Onda Vaselina para quedarse con el nombre que se presentarán esta noche en Veracruz con una temperatura no más allá de los veintiocho grados. Ya no son ninguna onda, ni muchos menos traen vaselina en el cabello. Son Ov7.

Fueron avanzando lentamente, paso a pasito, se escuchaban algunos alaridos y el cuchicheo de la gente que avanzaba se perdía entre el silencio nocturno.

La cita era las nueve de la noche, como un día antes, donde Montenegro, llenó un auditorio que pocas veces tiene humanos asfixiando el vacío del lugar. Eso sólo sucede cuando Los Halcones están en play-offs, o están invictos.

Los Halcones es el equipo de basquetball local. Los halcones rojos, rojos como el Estado. Un rojo que combina con la alcurnia política que estará presente. Javier Duarte de Ochoa y Carolina Gudiño serán los encargados de darle el toque final, para que paradójicamente inicié la fiesta carnestolenda más divertida del mundo.

La lucha esta vez, no fue de sonrisas, de lujo, de suntuosidad. Esta vez, fue de filas, filas interminables humanas, de carros, camiones, patrullas en todo lo ancho del auditorio.

Algunas patrullas de Seguridad pública, negras estaban apelmazadas sobre uno de los rincones de la Avenida Díaz Mirón.

Algunas otras estaban depositadas en derredor del edificio real.

Patrullas y motocicletas blancas de Tránsito del Estado estaban estacionadas por un lado del auditorio, sobre la Avenida Xalapa. El tráfico llegaba desde el cruce con Avenida Cuauhtémoc.

Hubo un tránsito en cada crucero, que abarcaba el área perimetral donde los carros amontonados por el flujo lento, tenue, hacía su hondonada sobre el pavimento.

Carros amontonados oficiales de la fiesta, también hicieron presencia en la explanada donde, algunas veces, hay entrenamiento de basquetball.

Parecía interminable, un suplicio de amontomaniento. Mientras más rápido querían fluir los oficiales el tránsito, más rápido se amontonaban los carros. Directamente proporcional, como alguna teoría física de Newton.

De las filas

Había de todo. Desde niños, hasta señoras. Todos querían echarse la noche a sus memorias.

Llamaban la atención un grupo de mujeres, amontonadas con discos en la mano. No pasaban los treinta. Les fascinaba OV7.

Entre las filas iba una con camisa de Kalimba, aunque él ya no pertenece ala agrupación.

Las muchachas cuchicheaban. Se les preguntó qué tanto querían a ala agrupación.

Mucho, pero fueron tímidas, no quisieron hablar. No les interesa el sueño de Andy Warhol. El de los 15 minutos.

Llegó un momento de la noche donde se volvió todo silencio y miradas de policía.

Dentro, seguramente coronaban a la Reina. Las luces prendían y apagaban con frenesí.

Fuera, terminó como alguna canción de Onda Vaselina, la calle de las sirenas.

De patrullas, pero al fin sirenas.