Tlacotalpan (México).- Devorado el año pasado por el desbordamiento de un río, el pintoresco pueblo colonial de Tlacotalpan, antiguo asentamiento indígena que combatió a los conquistadores españoles y ahora es patrimonio de la humanidad, resurge de la tragedia con una imagen renovada .
Fotografía del 5 de octubre de 2010, de las inundaciones en el municipio de Tlacotalpan, en el estado mexicano de Veracruz. EFE/Archivo
Los pobladores de este pequeño puerto en el estado mexicano de Veracruz, Golfo de México, están listos para celebrar su mayor festividad religiosa, en honor a la virgen de la Candelaria, y superar la inundación de cinco metros de agua que sufrieron a causa del desbordamiento del río Papaloapan tras fuertes lluvias.
Este pueblo ribereño, declarado en diciembre de 1998 como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, vio en septiembre como se sumergían en el agua varias de sus bellas edificaciones, rescatadas en los últimos meses.
"No nos quedaba otra que animarnos entre todos", recuerda Enrique Burgos Murillo, tlacotalpeño, de 71 años, quien asegura que la inundación del año pasado fue más grave que las ocurridas en 1937, 1944 y 1969 que azotaron a esta comunidad.
El pueblo es resistente. Antiguo territorio totonaca, fue ocupado con violencia por toltecas, luego por los españoles y atacado por piratas en los siglos XVII y XVIII.
Su historia de sinsabores registra una inundación en 1714 cuando se desbordó el Papaloapan, uno de los ríos más caudalosos del sureste de México, y sufrió un incendio en 1788 que dejó al pueblo casi en la ruina.
Pero su gente alegre y dicharachera siempre lo levanta.
"Pues cómo no vamos a estar de pie tras la inundación, si no nos quedaron ni sillas para sentarnos", dice Burgos Murillo y suelta una sonora carcajada.
Las aguas del río Papaloapan obligaron el desalojo de más de 15.000 habitantes. Las anchas calles que guardan los 500 edificios y monumentos de carácter histórico quedaron más de dos semanas bajo el agua y expuestas al deterioro.
Pero hoy, los vivos colores regresaron a la catedral de la Virgen de la Candelaria, al Santuario de San Cristóbal y a la iglesia de San Miguelito, todas erigidas a finales del siglo XIX.
También ha resucitado el Teatro Nezahualcóyotl, construido por el dictador mexicano Porfirio Díaz.
Las autoridades locales, estatales y federales destinaron 20 millones de pesos (1,6 millones de dólares, 1,1 millones de euros) para rehabilitar el centro histórico.
El presidente municipal, Hilario Villegas Sosa, explicó que aportaron recursos de diversas fuentes, entre ellas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes para rehabilitar la ciudad.
"Aquí no pasó nada", dice con alegría Alejo Cartagena, dueño de uno de los pequeños bares del corazón de Tlacotalpan.
"Nos metimos duro a levantar nuestro pueblo. Ya estamos al 90 por ciento y listos para la fiesta y para bailar", asegura.
Hombres y mujeres en bicicletas antiguas deambulan por cada rincón de Tlacotalpan, que en lengua indígena náhuatl significa "En la mitad de la tierra". Y sus casas alegran el corazón de los pobladores con solo verlas.
Como si el tiempo se hubiera detenido, en los portales del centro del pueblo, los hombres se reúnen para hablar.
Los edificios históricos, junto con sus dos museos, trece hoteles y once restaurantes volvieron a la vida.
Y todo está listo para las fiestas en honor a la Virgen de La Candelaria que arrancan el próximo día 29, como una gran muestra de la cultura de las tres raíces de los veracruzanos: indígena, española y africana.
Édgar Ávila Pérez
Este pueblo ribereño, declarado en diciembre de 1998 como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, vio en septiembre como se sumergían en el agua varias de sus bellas edificaciones, rescatadas en los últimos meses.
"No nos quedaba otra que animarnos entre todos", recuerda Enrique Burgos Murillo, tlacotalpeño, de 71 años, quien asegura que la inundación del año pasado fue más grave que las ocurridas en 1937, 1944 y 1969 que azotaron a esta comunidad.
El pueblo es resistente. Antiguo territorio totonaca, fue ocupado con violencia por toltecas, luego por los españoles y atacado por piratas en los siglos XVII y XVIII.
Su historia de sinsabores registra una inundación en 1714 cuando se desbordó el Papaloapan, uno de los ríos más caudalosos del sureste de México, y sufrió un incendio en 1788 que dejó al pueblo casi en la ruina.
Pero su gente alegre y dicharachera siempre lo levanta.
"Pues cómo no vamos a estar de pie tras la inundación, si no nos quedaron ni sillas para sentarnos", dice Burgos Murillo y suelta una sonora carcajada.
Las aguas del río Papaloapan obligaron el desalojo de más de 15.000 habitantes. Las anchas calles que guardan los 500 edificios y monumentos de carácter histórico quedaron más de dos semanas bajo el agua y expuestas al deterioro.
Pero hoy, los vivos colores regresaron a la catedral de la Virgen de la Candelaria, al Santuario de San Cristóbal y a la iglesia de San Miguelito, todas erigidas a finales del siglo XIX.
También ha resucitado el Teatro Nezahualcóyotl, construido por el dictador mexicano Porfirio Díaz.
Las autoridades locales, estatales y federales destinaron 20 millones de pesos (1,6 millones de dólares, 1,1 millones de euros) para rehabilitar el centro histórico.
El presidente municipal, Hilario Villegas Sosa, explicó que aportaron recursos de diversas fuentes, entre ellas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes para rehabilitar la ciudad.
"Aquí no pasó nada", dice con alegría Alejo Cartagena, dueño de uno de los pequeños bares del corazón de Tlacotalpan.
"Nos metimos duro a levantar nuestro pueblo. Ya estamos al 90 por ciento y listos para la fiesta y para bailar", asegura.
Hombres y mujeres en bicicletas antiguas deambulan por cada rincón de Tlacotalpan, que en lengua indígena náhuatl significa "En la mitad de la tierra". Y sus casas alegran el corazón de los pobladores con solo verlas.
Como si el tiempo se hubiera detenido, en los portales del centro del pueblo, los hombres se reúnen para hablar.
Los edificios históricos, junto con sus dos museos, trece hoteles y once restaurantes volvieron a la vida.
Y todo está listo para las fiestas en honor a la Virgen de La Candelaria que arrancan el próximo día 29, como una gran muestra de la cultura de las tres raíces de los veracruzanos: indígena, española y africana.
Édgar Ávila Pérez